domingo, 22 de junio de 2008

musica

Lunas llenas y plateadas.

El Arco desplegado sobre la heladísima calle Bouchard invitaba a entrar en callejones sinuosos propios de la misma Babilonia, y desde la vereda un Taxi boy llamaba a los gritos: “¡vengan que llegó la Civilización!”. Este cuarteto de temas se decidió por abrir el fuego latente de las ocho mil gargantas que inundaron el Luna Park para corear cada melodía disparada desde el escenario.

Los Piojos fueron locales otra vez, en ese pequeño refugio (una miniatura comparada con las canchas de fútbol que habitualmente llenan en todo el país), que hace recordar a las viejas épocas de los recitales más íntimos, en el legendario Arpegios.

Basta de penas que ahí viene Motumbo cuidando siempre esa Luz de marfil, Fijate que nunca se le va a apagar. Los temas se rebalsaban hacia abajo, un clima auténticamente piojoso. Y cómo no cantar ensordeciéndose mutuamente, cómo no emocionarse si Un buen día a Andrés Ciro Martínez se le ocurrió componer la Canción de cuna que a más de uno logra vidriarle los ojos. Los más conmovidos parecían Fantasmas enajenados intentando disfrutar un Manjar musical que ya conocen casi (por suerte casi) de memoria.

- Che Guadalupe, ¡hace tanto tiempo que no te sentía, parecés una Unbekannt así vestida…!

- Viste, Pollo, es porque vos estás hecho un viejo y no entendés nada… Yo me voy unos meses allá al Balneario de los doctores crotos y no me reconocés más

Foto: www.lospiojos.com.ar

Los Bichos de ciudad revoloteaban por cada metro cuadrado del Viejo ex – estadio de boxeo. Un marco Pacífico hasta antes de esta avalancha musical, hermosamente Cruel durante la marea de corcheas que coparon cada milimétrico espacio vacío.

Luego de esta séptima presentación la banda dejó en claro por qué no se olvidan ni de sus más antiguos seguidores ni de varios de sus primeros himnos, esos que sonaban y dejaban (siguen dejando) un sabor distinto a lo que tenemos para escuchar hoy en día en el rock del país. No serán unos Genius, pero sí logran llegar al corazón de cada uno de los que convocan a sus rituales. Se apagó al menos por un rato el fuego en el Luna, en su recorrida por Europa Los Piojos volverán a calzarse ese sexy overol de banda diferente que supo seducir a cada uno de sus fanáticos. Ahora, a volver a salir a la noche de amor, suburbio y luna. Mañana cada uno de los presentes van a recordar este recital con una sonrisa en la cara, mirando al sol dibujándoles sombras y fisuras en sus cabezas, mientras con un bostezo van a pronunciar “¡Buenos días, Palomar!”.

(Nota: el orden de los títulos es el mismo con el que fueron interpretados en el último recital del 14 de junio).

Diego Dipierro

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